martes, 7 de febrero de 2012

DIATRIBA CONTRA MI ARTE POÉTICA

Hoy no le huyo a los lugares comunes, no me preocupa la reiteración de un ritmo, tampoco busco imágenes melancólicas, ni polifonías, ni armonías, ni significados diversos. No.
Hoy no reinterpreto mitos, no escondo frases ajenas en las mías. No.
No soy irónico, ni paradójico, ni satírico. Ni siquiera tengo buen humor. No renuevo imágenes de la infancia, ni reconstruyo la musicalidad de los niños. Tampoco escribo una pieza que haga parte de un hilo conductor. No.
Hoy no trato de ponerle colores tristes a las emociones ―que ya de por sí son bien oscuras y más con el panorama gris de la ventana―.
Hoy ni siquiera susurro en la ventana, ni me paro junto al vidrio a ver cómo sufren allá, cómo mueren allá, cómo no te tienen.
Hoy no es día para jugar con palabras, para sentir placer por lo recién escrito, para sonreír; no; hoy no es día para releerme y decir soy bueno, soy muy bueno. No.
Porque no lo soy, porque todo lo que sé no sirve. Porque no me escuchas, y si me escuchas no me entiendes, y si tal vez… tal vez me entiendas, te reirás, como ya lo hiciste, y todo te será inútil, extraño y para mí mucho más, mucho más… porque son horas, días, noches, tardes de lluvia, atascos del tránsito, filas en los bancos, clases aburridas, películas de acción en cines fríos, cenas familiares monotemáticas, mañanas soleadas, madrugadas de insomnio, especiales de History Channel, visitas a Facebook, a Twitter, a Hotmail, a Google, a Wikipedia, al Tiempo, al Espectador, a la revista Semana, a Arcadia; más lecturas de libros, malos y buenos, y raros, y tontos, recitales poéticos, festivales, carnavales, conciertos, y horas, y minutos, y segundos incontables y otra vez horas, días, semanas, y ya casi años en que como ahora, en este instante, he tratado de encontrar la forma de conmoverte. Pero me lees y con tus ojos me explicas que nada sirve.
Hoy no es día para leerle a un mircrófono que difundirá mi voz a miles, menos a ti.
A veces la gente dice que escribo para el aplauso, pero no, no. Escribo para ti que me desechas, que ni siquiera tienes ganas de leerme. El aplauso de los otros es solo un consuelo que a veces, a veces de poco sirve porque es como si gritaran "no pudiste" "no pudiste" "sus oídos en otro lado esuchan lo que quieren" "pero no importa, no importa, nosotros te acompañámos en tu duelo".
Hoy solo extraño tus ojos que no me entienden, solo busco tu voz que me lee y se cansa. Hoy sufro el silencio del corazón, que es el verdadero silencio. Hoy odio lo que hago.